EL PERDON DE LAS FARC
Eran
los años 50 en Colombia, un país formado
de regiones, fauna y flora y gentes sin igual. Sin embargo, a su vez
manejado por dirigentes y circunstancias político-administrativas que
desagradaban a su pueblo.
Un día, un grupo de jóvenes, con grandes ideales de cambio y justicia
social, entre los que se encontraban José, Mario, Hugo y Andrés, unidos a
muchos, entre su mayoría estudiantes de Universidad, decidieron formar un
“ejército” con el cual estaban seguros conseguirían el cambio.
¡vamos! En Colombia deben cambiar los ideales y somos lo generadores de
éste, promovían. Y así, llevando en su recuerdo los postulados de Bolívar de
orden y Libertad, iniciaron recorridos similares por los hermosos y difíciles lugares del país, ondeando la
bandera de Colombia, realizando la campaña de cambio y adiestrándose para una
causa de cambio en el país.
Ya con el paso del tiempo, Mario, uno de los jóvenes, recordaba lo
paradójico de sus ideales, estupefacto y con lágrimas en los ojos, recordando
la orden que le daban de asesinar a soldados y a personas inocentes del común;
sin poder comer y dormir, revivía aquellos momentos, donde las víctimas eran
tratadas como animales y cuyos inolvidables rostros desencajados por el pavor,
suplicaban por sus vidas y la de sus seres queridos.
A Jaime su corazón se le
retorcía, cuando tenía que matar humildes campesino y debía despojarlos de sus
tierras, a veces, decía él, el recuerdo de mis padres y mis hermanos, me
destrozaban el alma, yo como campesino sabía de su lucha por sus tierras y sus
penurias. Pero de acuerdo a las órdenes eran ellos o era yo.
Una noche lluviosa y fría, se reunieron y uno a uno recordaron el
infierno que vivían por haber aceptado entrar a lo que llamaban guerrilla,
muchos de ellos acosados por las necesidades y el hambre en sus hogares,
cansados del maltrato y de las faltas de oportunidades y hasta objeto de abuso
y violaciones desde niños; que era lo que los había llevado a luchar por tan
solapado ideal.
Esa noche, alrededor de las fogatas, cada uno narró lo difícil de su
existencia, por una causa tan irreal ahora. Hugo les decía: De verdad, vale la
pena hacer tanto daño, negociar con los narcos, secuestrar, violar, asesinar, y
cometer tantos actos desproporcionados,
disque por una causa? Cuál causa?....
La causa para Andrés había tomado un giro de vandalismo y destrucción,
para él ya no estaban presentes los intereses altruistas de cambio y justicia
social. Con tristeza se sentía como un malandro del común, esperando su presa
para acecharla y acabarla. ¡ Le sobrecogía su destino!.
Por aquella época, ya se oía por
radio vientos de cambio, en esos días muchos decidieron desertar porque no
soportaban el dolor. El estremecedor recordar de sus crímenes, relatar tan terribles
momentos, revivir el escalofrío de matar y ver morir, el miedo acogedor al huir
siendo perseguidos por helicópteros o morteros; que para Mario era como ser obligados a actuar como ratas.
Un día, José también dijo: No, No, ya no más, Dios sabe que necesitamos
un cambio, tenemos que abandonar esta vida de mal y de horror. Ese día uno a
uno se entregaron, sintieron que el aire que respiraban era puro, que no había
nada mejor, por humilde y carente que fuera, de compartir con su familia, de
tener un lugar limpio, de poder besar y abrazar a los suyos, de poder dormir
tranquilos y soñar…..
Y esa noche, mágica, como si fuera una película, todos en sus sueños,
revivieron los momentos de daño y dolor; pero como envueltos en una luz
inmensa, empezaron a ver cómo sus compañeros, en una fila inmensa, arrepentidos
lloraban y entregaban sus armas, porque querían estar como él y buscaban la
anhelada paz.
Vieron como globos y palomas blancas surcaban el cielo, como símbolo de
reconciliación, y observaban cómo los secuestrados eran liberados e
infinitamente alegres volvían a sus tierras y familias, al igual lo hacían sus
compañeros de guerrilla!.
En la profundidad de sus sueños, escucharon una voz, que les decía que
no sólo era necesario pedir perdón, que la única forma de resarcir ese dolor,
era deponer sus armas, ayudar a revivir el campo, que sería el futuro de la
humanidad, enseñar a los niños y apoyar las poblaciones necesitadas, ayudar a
promover un adecuado sistema de salud y educación, auspiciar una convivencia en
paz y mostrar al mundo, que la falta de amor por el planeta, por las especies,
por la humanidad sólo está conllevando a una autodestrucción…. Difícil misión,
pensaban en su sueños.
La voz la voz les recordó, que las postulaciones del mejor líder del
mundo y sus firmes ideales fueron el amor y la paz, y que hasta por ellas murió
en la cruz….
Al despertar, asombrados y felices, pues habían tenido el mismo sueño,
salieron a proponer una reconciliación y
a pedir un perdón, que se vería reflejado en lo pedido en su sueños.
Sentados en una inmensa mesa, ante la incredulidad y con la esperanza
de un pueblo; quemaron sus armas y odios y compartieron el pan.
Increíblemente, la llamarada alcanzó el cielo, donde un halo de cambio
y paz envolvió la Nación. La gente estupefacta, quedaron enmudecidos , y empezó
a caer algo parecido a blancos y brillantes copos de nieve; sin duda no era
nada menos ni nada más, que la bendición de Dios, como símbolo de perdón y
anhelo de cambio, a un pueblo hermoso azotado por tanto dolor, para que de
acuerdo a sus enseñanzas y liderazgo, entendieran que la mejor batalla no se
gana con armas sino con amor.